GILBERTO BOSQUES – La diplomacia al rescate
El pasado día 21 de noviembre, se celebró un homenaje a don Gilberto Bosques, con la presencia de la cónsul de México en Barcelona, doña María Carmen Oñate, el vicepresidente de la Asociación México-Catalunya, Albert Torras, el autor de la biografía del diplomático, doctor Gerard Malgat, y el representante de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica del Exilio Republicano, Enrique Urraca.
Gilberto Bosques salvó de la persecución nazi y petainista a decenas de miles de refugiados españoles, Max Aub entre ellos, y también de otras nacionalidades, como Anne Seghers. En un solo año repartió más de un millón de vales de comida a canjear en restaurantes marselleses, adquirió dos château para alojar a miles de familias, y emitió casi 100.000 visas.
De tal acto surgió el film “Visa al Paraiso”, del que aquí se puede visionar un resumen de 25 minutos.
Como organizador, dije las siguientes palabras:
“La labor de don Gilberto Bosques, como la de su presidente, Lázaro Cárdenas, no fue fácil. Su ayuda a España durante la guerra civil y posteriormente respecto a los exiliados republicanos, tuvo sus detractores, no solo internacionales sino también en el seno de México, intentando así debilitar su gobierno. Pero ellos no cejaron. Al estallar la guerra fratricida, el presidente Cárdenas, manifestó: “El Gobierno de México está obligado moral y políticamente a dar un apoyo al gobierno republicano de España, constituido legalmente y presidido por el señor don Manuel Azaña. La responsabilidad interior y exterior está a salvo. México proporciona elementos de guerra a un gobierno institucional con el que mantiene relaciones. Representa el presidente Azaña las tendencias de emancipación moral y económica del pueblo español, que hoy se debate en una lucha encarnizada, fuerte y sangrienta, oprimido por las castas privilegiadas”
El gobierno y las instituciones mexicanas ayudaron a la II República durante la guerra, no por estrategia partidista o geopolítica, como podía ser el caso de Rusia, sino por los sólidos principios morales de una serie de personas, individuos de recias convicciones, que supieron, aun a riesgo de su propio futuro, conducir las instituciones hacia la senda de la solidaridad con un pueblo oprimido. Posicionamiento que se reforzó más si cabe al acoger a decenas de miles de personas que huían de las represalias franquistas. Así se indica en el acuerdo franco-mexicano sobre los refugiados republicanos: “Hacemos saber que dará sumo placer recibir en México (cuanto antes) a todos los españoles, sin distinción de sexo, edad, opinión religiosa o política, actualmente refugiados en Francia, en sus colonias o protectorados, con la única condición de que expresen libremente el deseo de gozar de este ofrecimiento que un país amigo les hace en nombre de la más alta comprensión humana”.
Sirva otro ejemplo: El gobierno de Burgos había despedido al embajador de la II República, señor Gordón Ordás, reemplazándole por su primer secretario, Ramón de Pujadas, el cual se dirigió a la Secretaría de Relaciones Exteriores de México con la siguiente propuesta: “el Presidente de la Junta, general Miguel Cabanellas, me encarga de modo muy especial que transmita a V.E. y al gobierno mexicano los más sinceros deseos del Gobierno Español de continuar como en el pasado sosteniendo las mismas constantes y cordiales relaciones de amistad entre México y España” (AHSRE III-764-1). La respuesta oficial de México, por parte del Ministro Eduardo Hay, no pudo ser más explícita: Desestimar enseguida los documentos, y anotar al pie de los mismos: “Al archivo, por no reconocerse ninguna personalidad al firmante”.
De la heroica ayuda dada por don Gilberto Bosques al exilio español se hablará esta tarde y aparece con todo detalle en la imprescindible biografía de Gerard Malgat; pero también Lázaro Cárdenas, Luis Ignacio Rodríguez, Narciso Bassols, Bernardo Reyes y tantos y tantos mexicanos de primera línea o en cargos menos relevantes, se mantuvieron contra viento y marea al lado de la República en guerra, y luego sosteniendo hasta límites no exigibles, a los refugiados que la cruel contienda y la sanguinaria represión posterior generaron.
Al hablar de don Gilberto Bosques, quisiera resaltar el significado del apoyo institucional que dio cobertura a su labor hecha con valentía y rigor. Y por ello me permito dar nuestro modesto agradecimiento, en la persona de la señora cónsul de México en Barcelona, doña Mari Carmen Oñate, representante de un pueblo que supo mantener en el cargo a tan dignísimas personas. Muchas gracias, México. ¡Viva México!