EL SPRINTER (Laberinto confinado -1)
Fue repentino, surgido del corazón. Al conocer las severas instrucciones del confinamiento, no dudé: empecé a releer el Laberinto Mágico, de mi admirado Max Aub. No podía ser de otra forma. “¿No se dice que estamos en guerra?”, pensé. Pues para entender, para meterse en la piel de quién vivió la anterior, es necesario leer los seis “campos” del autor valenciano, aunque nacido francés de origen alemán.
El primer volumen, Campo cerrado, me deparó ya alguna alegría, que pienso comentar y compartir con quién visite este blog. Lo incluiré bajo la etiqueta Laberinto mágico, para quién quiera revisar el conjunto que irá apareciendo en los próximos días.
Para empezar, un fragmento de Campo cerrado, donde narra la anécdota del deportista francés que, desplazado a Barcelona para la Olimpiada popular, es sorprendido por el levantamiento del 18 de julio. Reza así[i]:
Tres avioncillos por los cielos. Un corredor francés (100 metros en 11”) que habla un poquito de español, baja a por noticias (está en un hotel de la plaza España).
—A lo mejor, —le dice un sueco—, es para cubrir la carrera. Dicen que va a venir el Presidente a la inauguración.
El francés se encara con el primer sublevado que encuentra. Entiéndense a las mil maravillas.
—Sublevación en Barcelona —el quinto mira las avionetas y se las señala al atleta—: Fascistas.
—¿Fascistas? ¿Et tu?
—¡Anti, antifascista! —le responde el soldado, convencido de que ha salido a luchar contra un alzamiento reaccionario.
Ya los mandan a formar. Se acerca un tenientillo de bigote recortado.
—¿Quién es este? —pregunta por el extranjero—. ¿Nuestro o rojo?
—¿Moi? ¡Srinter!
Y levanta un puño.
Ahora, con todo el respeto y humildad, pidiendo perdón por libar en esta excelente narración, pongo también el fragmento, con el mismo personaje, de mi novela Campo de esperanza[ii].
Un grupo de jóvenes vestidos de impoluto blanco corriendo obsesivamente, extemporáneos, pasa por la plaza Palacio. Puig comenta: ─Mañana van a correr, y no precisamente en el estadio.
Uno de ellos se detiene frente a Clara. Rubio y risueño, juventud con esperanzas deportivas y vitales. La chica le gusta. No repara en el pistolón de su acompañante.
─Mais, qu’es-ce qu’il y a! Tout le monde se cache, tout le monde est fou!
Clara, en un francés casi perfecto, con un pequeño acento del sur:
─C’est la revolution, mon ami. Les fascistes vont échouer.
Puig, incómodo, le espeta para abreviar:
─¿Y con quién estás tú?
El atleta, por presumir, responde con la verdad:
─Moi, sprinter.
Y levanta el puño. Puig, sonriéndole amablemente, responde al saludo y hace seguir a Clara con una férrea mano sobre su hombro. La Olimpiada Popular, preparada como respuesta a la organizada por Hitler en Berlín, no llegará a tener efecto. Posiblemente, el joven de blanco, internacional de primer cuño, morirá al intentar ayudar en una contienda de la que sabe poco e intuye mucho o puede que regrese a su casa para contar una historia irrepetible. De momento, sigue corriendo hacia la plaza España.
[i] AUB, Max. Campo cerrado. Granada. Cuadernos del vigía, 2017. Pág, 220.
[ii] CISTERÓ, Antoni. Campo de esperanza. Barcelona. Ed. Barataria, 2018. Pág. 39-
Muchas gracias por hacernos una presentación tan interesante de estos “Campos”. Permaneceré atento a tus palabras