¿DÓNDE RECORTAMOS?
Podríamos estar de acuerdo en que la angustiante deuda está provocada por unos mercados insaciables. Podríamos estar de acuerdo en que pagar dicha deuda requiere recortes. Pero a partir de ahí, alguien con nombre y apellidos, decide dónde recortar y dónde no.
También podríamos asumir que hay algunos políticos corruptos; de ellos se encargarán los jueces, o así sería de desear. Podemos asumir que hay políticos ineptos; tarde o temprano se encargarán de ellos las urnas. Pero lo que no deberíamos tolerar ni un día más, son los políticos con el corazón de mármol.
Alguien, con nombre y apellidos (no los mercados, ni tampoco Madrid, ni tan siquiera el Parlamento) ha decidido recortar a gente discapacitada, excluida, en la miseria y a los que con gran sacrificio les asisten. Y no hacerlo a los ingresos de gente que es obvio que pueden pasar un mes sin recibir la transferencia: los parlamentarios por ejemplo; o sus chóferes y escoltas; o los mossos de escuadra, o… incluso bloquear las tarjetas de crédito de muchos cargos que tantas comidas solucionan. Pero no. Con un nivel moral ruin, se ha decidido perjudicar a los más perjudicados. La elección no ha salido de la nada. La han hecho hombres y mujeres identificables.
Decía André Malraux que un intelectual es aquél para quién los problemas políticos son problemas morales. Por descontado, no si huele un intelectual en el actual gobierno.
Si algún día Cataluña tiene la llave, la caja o lo que sea, no queremos que sean estos mezquinos personajes los que la tengan. No serviría de nada porque seguirían aplicando su mentalidad elitista y clientelar, despreciando a los débiles y sobando a los poderosos. No, no los queremos, ni ahora ni nunca. No queremos a ninguno de esta especie. Ni uno. Ellos piensan que no, pero seguro que ya nos apañaríamos sin ellos.
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