EL AMOR SE VA
En la segunda mitad del siglo pasado, hubo un humorista catalán muy conocido llamado Juan Camprubí, “Capri”. Era especialista en monólogos y en uno de ellos, hablando del matrimonio, hizo famosa la frase: “El amor se va, pero ella se queda”. Es más o menos lo que está pasando con nuestros políticos, a ambas orillas del Ebro.
En España, mucha gente de clase media se “enamoró” de las mentiras del señor Rajoy y compañía. La música era agradable; la letra ni se miraba. Asustados ante la crisis que apuntaba, era muy fácil caer en la trampa de las frases cortas y repetidas hasta la saciedad. El cambio que sugería el PP, combinado con el desmoronamiento del PSOE y la falta de otra alternativa con aparente capacidad de asumir el reto global, llevaron a mucha gente a votarles. Muchos de ellos, ahora, se cuentan entre los perjudicados por los recortes, son los destinatarios del alud retrógrado y dogmático que durará mucho más que los problemas puramente económicos. Espero que el amor se les haya agotado, pero lo que sí es seguro es que los cambios se están haciendo para quedarse, para perdurar más allá de la actual legislatura. Los grandes retrocesos jurídicos, el desprestigio de las instituciones democráticas, la arrogante corrupción, el desmantelamiento de la educación y la sanidad, perdurarán marcando toda una generación.
Lo mismo pasa en Cataluña. También aquí, las proclamas suenan en parte como ciertas. El que no lo es tanto es el cumplimiento por parte de los protagonistas. Aquí, los votantes se enamoraron de dos opciones, una por guapa y la otra por ondear la bandera. Una bigamia (o “trigamia” por ahora), que quizá pasará, pero que dejará sus frutos para que permanezcan en el tiempo. Hay parálisis legislativa en CiU y una manipulación entre bastidores de ERC, que pueden acabar enfriando el amor, pero mientras tanto van avanzando en la siembra de sus frutos: Privatizaciones de entidades públicas rentables; el disparate del “turismo familiar” en el casino de BarcelonaWorld; la demolición de la memoria histórica, por no hablar de los escandalosos recortes en sanidad y educación, o las proclamas de soberanía mientras se mantienen los chanchullos con el partido del gobierno, centralista y centralizador. Todo esto quedará cuando el recuerdo de los actuales gestores sea sólo una pesadilla a olvidar. Y lo que es peor: habrá socavado las raíces de un afán de autoafirmación popular, justo y sincero.