LA CONSTITUCION DEL 2015
Nuestra Carta Magna, como el monarca, ha envejecido y cojea. cada más se inclina más de la pierna derecha. Ahora de un lado, ahora del otro, van apareciendo temas que chirrían, y que para actualizarlos sería preciso modificar algunos capítulos de la Constitución.
Sin querer ser exhaustivo, algunos de los que a menudo afloran entre la sociedad son:
– La estructura judicial, a todos los niveles, pero empezando por el catatónico Tribunal Constitucional, muy desprestigiado.
– El sistema autonómico. Más allá de pactos, contubernios y regateos, es evidente que es necesario repensarlo a fondo.
– El sistema electoral. Desde las propias demarcaciones, hoy las provincias, hasta la apertura de las listas, una mayor representatividad, proporcionalidad y relación político-ciudadano.
– La monarquía, su papel en el contexto democrático e incluso su propia razón de existir.
– El Senado y sus funciones.
– Las Cortes y su funcionamiento, que necesita abrirse al ciudadano.
– Las consultas populares.
– El papel de la Iglesia, sus recursos e influencia.
Y tantos otros. El cambio es imprescindible. Y no sólo el retoque de algún artículo sino que, para ser coherente, se debería iniciar un proceso que llevara a una nueva Constitución adaptada a la realidad actual.
En el año 1978, no había teléfonos móviles ni internet; faltaba una década para que emitieran las televisiones privadas; en el ejército aún se gestaba el 23F que afloraría dos años después; y el rey no cojeaba. Eso sí, se empezaban a atisbar pequeños brotes, como el de la despenalización del adulterio (¡!). Hoy, treinta y tres años después, se ha legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo, el ejército realiza labores humanitarias y hasta tenemos Intereconomía. Sí, España y las comunidades autónomas que la forman han cambiado mucho. Las reglas del juego se deberían, pues, de adaptar a la sociedad actual. No porqué lo diga una señora teutona, sino porque estamos convencidos de que queremos avanzar con el paso firme, en paz y concordia.
