EL FRENTE POPULAR 1/3

1.- Gestación del FRENTE POPULAR
2.- El FRENTE POPULAR y las elecciones de 1936
3.- ¿Un FRENTE POPULAR HOY? Paralelismos.y divergencias.

Este es el primero de una serie de tres artículos sobre el Frente Popular que se constituyó en España para las elecciones de 1936. Cómo, en circunstancias de gran crispación, de crisis económica y de dominio apabullante de la derecha, un amplio espectro de partidos fueron capaces de llegar a un acuerdo de mínimos que frenara aquella, puede ser un elemento de reflexión en los tiempos convulsos que estamos viviendo.

En España, después de la victoria de 1933, las derechas se esforzaron al máximo en desactivar las reformas que había iniciado la II República. Y lo hicieron en todos los ámbitos: desde el laboral, el educativo y el legislativo hasta el fortalecimiento de los privilegios de la Iglesia católica o el control de las autonomías.

inmediatamente volvió a encenderse, en aquella mitad de España que se sintió derrotada en las elecciones de 1933, la esperanza de un nuevo triunfo, inspirada no tanto por lo que el pacto decía, sino por el simple hecho de decirlo, por la escueta razón de su existencia

Al principio, el equilibrio entre el populismo de los radicales de Lerroux en el gobierno y el para-fascismo de la CEDA moderó el proceso. Pero cuando los primeros fueron cayendo por los numerosos escándalos (corrupción, clientelismo, el famoso caso del estraperlo…) el partido de Gil Robles fue exigiendo más y más presencia en el gobierno, con la vista puesta en convertirse en su líder. Y no olvidemos que una de las frases del “jefe” había sido[1]: “Hay que ir al Estado nuevo y para ello se imponen deberes y sacrificios. ¡Qué importa si nos cuesta hasta derramar sangre!… Necesitamos el poder íntegro y eso es lo que pedimos… Para realizar este ideal no vamos a detenernos en formas arcaicas. La democracia no es para nosotros un fin, sino un medio para ir a la conquista de un Estado nuevo. Llegado el momento, el Parlamento se somete o le hacemos desaparecer“.

El endurecimiento progresivo del gobierno de derechas provocó motines, huelgas y revueltas, como las de Madrid o Barcelona, que pronto fracasaron, y la de Asturias, especialmente sangrienta por la represión llevada a cabo por un valor emergente del ejército: Francisco Franco. La radicalización era un hecho. Los partidos moderados de derechas o de izquierdas perdían audiencia y soporte popular, en beneficio de posiciones como las que reflejaban otras palabras de Gil Robles[2]: “¿Si yo entro en el gobierno estalla la revolución? Pues que estalle antes de que esté bien preparada, antes de que nos ahogue. Esto es lo que hizo Acción Popular (la base de la CEDA), precipitar el movimiento, imponer desde el gobierno el aplastamiento implacable de la revolución”  Y esto lo decía ante las juventudes de Acción Popular, que a su vez le afirmaban que: “la vista fija en tu mirada, atentas a tu voz de mando, están dispuestas a seguirte, esperan tus órdenes para obedecer”. El todo o nada; la batalla final se estaba gestando desde el día en que las derechas accedieron al poder (durante dicho bienio, la CEDA consiguió 270.000 permisos de armas para sus afiliados).

Las izquierdas, aun tocadas por la derrota de 1933, miraban de reojo lo que pasaba en Francia. Allí, el PCF y el PSF, pasaban rápidamente de las utópicas propuestas de Frente Único, a la Unidad de Acción (donde preservaban su personalidad), para lo que crearon un Comité de Coordinación, que a finales de 1934 propuso: “la construcción de una alianza entre las clases obreras y medias”, origen de su Frente Popular (enlace en francés).

En España se percibe la necesidad de hacer algo parecido, ante la deriva cada vez más próxima al fascismo mussoliniano, del que sólo se distinguía por ser proclive a favorecer la Iglesia católica. El PCE tenía la luz verde de Moscú para proceder como en Francia; las izquierdas moderadas (como Izquierda Republicana de Manuel Azaña) lo veían como un instrumento imprescindible para evitar el desmantelamiento de la República, a pesar de rehuir cualquier contacto con los comunistas, y por su lado, el PSOE, que cohesionado hubiera podido ser el eje vertebrador de los extremos, presenta una fortísima discrepancia de criterios entre su vertiente moderada (Prieto), la cual ve con buenos ojos el acercamiento a los republicanos, y la radical (Largo Caballero) que compite en radicalidad (y en afán de afiliados) con la CNT y quiere liderar el camino hacia la revolución proletaria. Tiempo atrás había dicho[3]: “Si el gobierno cae en manos de los que van a utilizar la legalidad y la Constitución contra la clase trabajadora y sus aspiraciones, los socialistas tendrán que pensar en dejar de un lado la legalidad”. Esta tensión entre criterios socialistas confrontados, perdurará incluso pasadas las elecciones. Éstas, como veremos, traerán un gobierno monocolor republicano, que no encontrará suficiente apoyo en los socialistas. Si añadimos a ello las prisas anarquistas para evitar retrocesos como los del 33, encontraremos parte de la razón de la debilidad del gobierno ante el golpe de estado del 18 de julio de 1936.

A pesar de todo, a finales de 1935 se llegó a un acuerdo de mínimos en las reivindicaciones y un reparto en las listas electorales que consiguió esquivar momentáneamente las discrepancias. Se había conseguido integrar tanto a moderados de izquierdas e incluso centristas como las opciones socialistas más a la izquierda y también a los comunistas, que por boca de su secretario general, José Diaz, afirman que: “La lucha no está planteada en el terreno de la dictadura del proletariado, sino en el de la lucha de la democracia contra el fascismo, como objetivo inmediato” y también “la lucha no es hoy de clase contra clase, sino de cultura contra barbarie”. El 15 de enero de 1936, se firmó el acuerdo[4] por parte de Izquierda Republicana, Unión Republicana y el PSOE, con la adhesión también formal del PCE, el POUM, el Partido Sindicalista de Pestaña, la Federación de Juventudes Socialistas y la UGT. Dice Santos Juliá[5]: “inmediatamente volvió a encenderse, en aquella mitad de España que se sintió derrotada en las elecciones de 1933, la esperanza de un nuevo triunfo, inspirada no tanto por lo que el pacto decía, sino por el simple hecho de decirlo, por la escueta razón de su existencia”. Este entusiasmo, que también acarreó una actitud menos beligerante por parte de los anarquistas, fue la base de la victoria electoral de febrero de 1936, meses antes de que las palabras de Gil Robles se materializaran en el golpe de estado que ya había estado preparando y que llevó a una sangrienta guerra fratricida.


[1] Gil Robles, discurso en el cine Monumental de Madrid el 15 de octubre de 1933, publicado el 17 en El Debate
[2] Diciembre de 1934
[3] El Socialista. 3.10.1933
[4] Encontraréis el texto completo en este mismo blog: https://www.historiaesmemoria.com/enllacos/documents-historics/
[5] JULIÁ, Santos. “Orígenes del Frente Popular en España. (1934-1936). Siglo XXI. Madrid. 1979. Pàg. 1

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