FRANCIA, 1940-2014; ESPAÑA…
Ha parecido un terremoto. En la Francia de la Liberté, Egalité et Fraternité, el partido de extrema derecha a obtenido un voto de cada cuatro. A pesar de que se ha de relativizar (aquí también se ha callado este razonamiento), ya que con una participación de menos del 50%, ello significa sólo poco más del 10% de la población en condiciones de votar. Pero ser el partido más votado de largo, da que pensar.
Una de las soluciones, cuando nos enfrentamos a un problema, es acudir a leer los más sabios, y en el caso de los fenómenos políticos y sociales, la historia narrada por periodistas es una buena fuente de información y reflexión. Al menos, ésta es la razón principal por la que cree este blog. I así lo hice en esta ocasión.
En momentos críticos es cuando sale lo mejor y lo peor de cada uno. Éste hecho (así lo creo, al menos), es lo que me hace reflexionar generalmente sobre la época de la guerra civil, el exilio que generó y la guerra mundial que se encontraron los que marcharon. Y en este contexto, una de las voces que recomiendo leer es la del periodista Manuel Chaves Nogales. Liberal, anticomunista, con un verbo fácil y una perspicacia profunda para analizar la sociedad, escribió sobre la Francia que fue derrotada por el nazismo en su libro La agonía de Francia. Os ofrezco algunos fragmentos, acompañados de un pequeño comentario mío, que pretende relacionar sus reflexiones con el momento actual de España (y también, ojo, de Cataluña).
Los años de bonanza (las vacaciones pagadas del 35, con el Frente Popular) habían servido para amoldar a la gente a un consumo generador de dependencias. Aquí, hoy, el consumo como baremo para medir la felicidad, el hedonismo mal entendido promovido desde arriba, y también la angustia por la precariedad laboral, que necesita salidas de emergencia que alivien la carga, han hecho que poca gente se plantee retos más elevados de reflexión. En Francia, en los años treinta, pasaba lo apuntado en la página 99: “En Francia, las gentes burguesas clamaban por la paz a cualquier precio sencillamente porque les molestaba andar a oscuras por las calles, porque se había reducido el servicio de autobuses,… porque no se podían jugar los cuartos en las carreras de galgos, porque en el cine tenían que aguantar los noticiarios de guerra y en la radio los discursos patrióticos y las marchas militares… La independencia de la patria, los derechos del hombre, los destinos de la civilización, son hoy para la gran masa ciudadana puras abstracciones que no tienen ningún sentido frente al hecho cierto, tangible, irritante, de que al salir del trabajo no se pueda tomar el aperitivo”
Pero aún se puede caer más bajo. Un gobierno que, apoyándose en la crisis (de gran utilidad desmovilizadora, por el miedo y la escasez de medios), fue inoculando sus ideas dogmáticas, de desprecio por quién no triunfa, en su especial sentido del triunfo: “De este hecho evidente, de la convicción de que en la democracia los mejor dotados fracasaban mientras en los regímenes totalitarios el material humano más innoble, los antiguos confidentes de la policía, los chulos, los estafadores, toda la escoria de una mesocracia ruin se convierte fácilmente en instrumento eficaz de gobierno, se ha deducido la superioridad fundamental de los regímenes autoritarios” (Pàg. 61).
¿Hay riesgo de destrucción de la democracia? Quizá no mientras les sirva para irse acercando a la nueva Edad Media, la de señores y siervos. Pero si algún día aquella se reavivara y amenazase con cambiar la deriva hacia formas más participativas y libertadoras, siempre quedaría el recurso de desmantelarla, pasando a lo que muchos ya sueñan ahora: “Francia estaba intelectualmente gobernada por los nazis mucho antes de que las divisiones blindadas de Hitler ocupasen físicamente el territorio: democracia…libertad…parlamentarismo… Vanas palabras que descalificaban a quien osaba invocarlas… En Francia, dejando a un lado la atmósfera enardecida en que se movían como sonámbulos los hombres políticos, no tenían curso legal más que las ideas de dictadura, fascismo, nazismo, corporativismo, antisemitismo… El triunfo en Francia del antisemitismo nazi era completo” (Página 90).
Porque lo que entonces pasó fue que: “La revelación más sorprendente y espantable del derrumbamiento de Francia ha sido esta de la indiferencia inhumana de las masas. Las ciudades no han tenido en ninguna otra época de la historia una expresión tan ferozmente egoísta, tan limitada a la satisfacción inmediata y estricta de los apetitos y las necesidades de cada cual” (Página 5).
¡Ufff! ¡Menos mal que las citas se refieren a hechos de hace 75 años, y de cosas que pasaban allende nuestras fronteras!
¿O no?
Terminemos pues con otra cita, ya sin comentario: “Los regímenes totalitarios no marcan una superioridad sobre las democracias más que cuando éstas se hallan interiormente podridas. Frente una democracia que conserva sus virtudes cívicas la inferioridad y la impotencia de los regímenes totalitarios siguen siendo incuestionables… La propaganda totalitaria se hace a base del sofisma de que, puesto que hay democracias podridas, la podredumbre es inherente al régimen democrático”.