INVISIBLES

m09(Artículo publicado en El Periódico de Catalunya, el 11 de mayo de 2015, en la sección “Entre todos”).

En el camino hacia una nueva Edad Media, contemplemos el campo de batalla. Como en cualquier imagen bélica, se ven los contendientes: los verdugos y los reos. Pero difícilmente en el mismo cuadro se aprecian también los cementerios o los hospitales de retaguardia, como tampoco los puestos de mando.

En el proceso global de subyugación que estamos padeciendo, pasa lo mismo. Uno de los cínicos argumentos de la derecha en el poder es que la situación mejora. Y si miramos a nuestro alrededor (pongamos que hablamos de un barrio estándar de clase media) vemos gentes sentadas en los bares, los que van y vienen de su trabajo, algunos con bolsas de la compra de zapatos o vestidos, turistas, más turistas… Todo normal. ¿Sí? A menos que uno forme parte de alguna PAH, difícilmente verá un desahucio; salvo que colabore con una ONG social, tampoco apreciará en directo los miles de personas bajo el nivel de pobreza. Existen (casi medio millón de familias echadas de sus casas desde el principio de la crisis; un 20% de la población en riesgo de exclusión…), sí, existen pero son (o los han hecho) invisibles.

Esglesia Rajoy¿Y en el otro bando? Lo que vemos es una retahíla de torpes y corruptos esbirros mutilando (derechos), invadiendo (privacidad), mientras se reparten el botín. Pero el verdadero mando es también invisible. Las milicias que asedian nuestra libertad están llenas, por ejemplo, de miembros del Opus, de los “legionarios” (o como se llamen ahora), de los “kikos” (∗). ¿Pero dónde están quienes les han llenado la cabeza de esta ansia depredadora? Invisibles. Invisibles como lo son los ideólogos de la FAES, de la CEOE, de la Conferencia Episcopal, de la banca o de las otras empresas del IBEX-35… (Sus portavoces, meros chusqueros).

Mientras intentamos resistir cavando precarias trincheras, es preciso pensar que no nos quieren muertos, sino esclavizados, atemorizados y dóciles. Y que lo están consiguiendo.

Sí, de acuerdo, somos muchos más. Pero por ahora invisibles. Como lo continuará siendo la gente que despedida, desahuciada, mal atendida en su enfermedad, o pasando hambre y frío, no irá a votar: una de las pocas balas que aún nos quedan.

(∗) Es sintomático que ningún medio de comunicación se haga eco de la progresiva penetración de estas sectas en los ámbitos políticos, administrativos, jurídicos o empresariales.

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