LA GENTE (Laberinto mágico-4)
“La gente vale por buena, no por mucha” (Campo cerrado. 233). Al vuelo del 18 de julio en Barcelona, un galerista de arte, Lledó, suelta la frase ante un amigo, profesor de dibujo. Escena prescindible, incrustada en el relato para hacer una breve reflexión sobre los hechos del día, universales, merecedores de mármol: “quieren hacer la revolución y morirse”; “Acabamos siempre en trozos. Sí, en trozos escogidos. Hechos trizas”.
Iniciar esta senda es un arriesgado trayecto hacia la fuente de la democracia. Muchos votan a Trump: ¿son mejores?, ¿son peores?, ¿suicidas quizás? ¿Quién se atribuye a si mismo la razón? (Casi todos). Lo peor, cuando este trozo se considera superior, o por méritos propios o por demérito de los “no-trozo”. Es la clave del populismo: no se potencia el “tenemos razón”, sino el “somos mejores (y/o muchos), y por lo tanto lo dicho va a misa” (al hilo, lo practicado por la Iglesia cuando vende la idea de ser “hijo de Dios”, ¡ahí es nada! Siendo tan excelso, es casi un imperativo el imponer mis ideas. And so on…
El dilema no es baladí. Y ante la duda, la democracia ha optado por el promedio. Pero persiste la inquietud: ¿Todos los votos valen lo mismo? Por el lado de la dignidad humana la respuesta puede ser que sí, pero si entramos en las leyes electorales, imperfectas de origen, ello no está tan claro, ya que si es cierto que en ellas un voto de un catedrático es igual a un voto de un analfabeto, esta igualdad se deshace cuando se mira dónde viven cada uno de ellos. Esto lo marca la ley, pero además, cada día es más necesario sopesar otro segmento, no basado en el conocimiento ni en la residencia, sino en la capacidad de evitar la influencia nociva de publicidades engañosas cuando no directamente fraudulentas. Lo analicé hace tiempo, y prometo volver a ello en un artículo en InfoLibre. Avanzo el argumento: entre el elector mondo y lirondo, y el partido político que recibe los votos, hay una miríada de colectivos sociales de todo tipo, como paso intermedio para ampliar, y profundizar, la transmisión de la voluntad de “todos”, a quién la ha de administrar, más allá del voto periódico. La clave en dicho proceso está en la fluidez y respeto mutuo. Lo veremos.