LA LINEA ROJA
LA LÍNEA ROJA, metáfora.
(A todos los que ven siglas y nombres, dónde hay sólo libertades que ganar)
El mundo es complicado. Y la creciente y frenética complejidad es aprovechada para enredar en ella a la ciudadanía. ¿Cómo librarse de las ataduras que tejedores hábiles nos van urdiendo? Consumo, vivienda, vacaciones, préstamos; trabajo, salario, formación, competitividad, complejidad; salud, juventud eterna, seguros; dinero, dogma, control, más dinero… engaños varios pintados con colores atractivos.
Pero entonces sale alguien que empieza a tirar de un hilo, diciendo que es el cabo que va a deshacer el lío y que él sabe cómo solucionarlo en un momento. ¡Que nadie toque la madeja! ¡Quietos, que siguiendo mi hilo llegaréis al paraíso! ¡El que no siga la línea mágica, quedará excluido de beber de los ríos de leche y miel!
Y entretanto, el tejedor sigue tejiendo, araña silenciosa; y el protagonista estira que estirarás, y no lo consigue. Lo prueba de nuevo, y nada. Y para hacer más fuerza, la va atando al cuello de quién le secunda, y una vez ahogado éste, se la ata él mismo al cuello; y se va poniendo rojo, del mismo color de la línea de la que tira; y estira con todo lo que tiene (y también lo de otros), con decisión y astucia, mientras recita: “O ahora o nunca, si no lo consigo, lo dejo ¡Seguidme!”.
Y la araña, impávida, golosa, sigue tejiendo.
Y él, tanto y tanto ha tirado, que se ha ahorcado.
Y ahora la red de la codiciosa araña, a la que los ciudadanos olvidaron mientras contemplaban fascinados aquél cuyo cuerpo ahora oscila en el vacío colgado de una línea roja, es más fuerte que nunca.
Y sigue tejiendo.