COMO ENGAÑAR A UN DICTADOR

En 1961, un cineasta francés, Fréderic Rossif, y la productora Nicole Stéphane, solicitaron al Ministro de Información y Turismo, Gabriel Arias Salgado, permiso para hacer una película que, dijeron, explicaría al mundo la mejora de España , gracias a la labor del general Franco. Título provisional: La España eterna. Encantado, el ministro da el permiso para viajar y rodar todo el país, lo que hacen en 1962, siendo ya ministro Fraga Iribarne.
Con escenas rodadas entonces, recortes del NODO y también de reportajes hechos durante la guerra civil, el año siguiente la película estaba lista para ser estrenada, con el título definitivo de Morir en Madrid. Entonces el gobierno franquista se dio cuenta de que la habían engañado, y que en realidad se trataba de un alegato favorable a la República española. Inmediatamente, se ordenó al embajador en París, José María de Areilza, para que impidiera su proyección. Contactaron con el ministro francés de Asuntos Exteriores, y con el de Cultura, André Malraux, pero éste, que había luchado a favor de la República, consiguió del presidente De Gaulle el permiso para proyectarla. Ni el ofrecimiento de 50 millones de pesetas de la época para destruirla tuvo efecto. Una segunda tentativa, solicitando la eliminación de una treintena de escenas, sólo tuvo la pequeña y diplomática satisfacción de que se sacaran seis de ellas. Veamos dos ejemplos:

1. El cardenal Gomá y Tomás, primado de España, declara: “no puede haber otra pacificación que el miedo las armas. Conviene extirpar toda la podedumbre de la legislación laica “.
2. Franco declara: “Si se preciso, hare fusilar a media España

Tanto alboroto favoreció el lanzamiento de la película, que se proyectó en toda Europa, excepto el Portugal de Salazar, y en todo el mundo. En España no lo fue hasta 1978.

Enfadado, el gobierno de Franco reaccionó impulsando el rodaje de dos películas que querían contrarrestar el efecto de Mourir à Madrid, pero que dada su torpeza, quizá tuvieran el efecto contrario. Un año después se haga Morir en España, dirigida por Mariano Ozores. No debería ser muy buena ya que la propia Dirección General de Cinematografía y Teatro dijo de ella: “Se advierte en el proyecto de guión cierta falta de claridad y eficacia en su argumentación ideológica … Es preciso destacar debidamente que mientras la participación extranjera entre los nacionales se ciñó a los aspectos militares, entre los rojos tuvo marcado carácter político, degenerando en una entrega al comunismo internacional “.
Casi en paralelo, se rodó también ¿Por qué morir en Madrid ?, dirigida por Eduardo Manzanos. Un censor, el padre Staehlin, dijo: “no por su contenido sino por su expresión, apela al insulto más que al razonamiento“, y otro, Sebastián de la Torre, precisó: “Se ha querido responder a un panfleto y se ha utilizado un lenguaje de la misma naturaleza … el exceso de personalización usado en casi dos tercios del guión rebaja el tema casi a un enfrentamiento de plazuela. No se pueden usar los términos un tanto chocantes y ordinarios a los que alude el guión y que solo en días de pasión y de guerra tendrían disculpa. Ahora no “. ¡Hasta los censores se daban cuenta de cómo era de torpe la mentalidad franquista! A pesar de que ¿Por qué morir en Madrid? fue declarada de Interés Nacional, nunca fue estrenada.
Mourir à Madrid, pone sobre la mesa lo que Jorge Semprún llamaría: “las dos memorias”. La película, con sus ambigüedades y contradicciones, muestra los hechos de una guerra donde no sólo se combate con las armas, sino también con las ideas y las palabras. Y en éstas como en las imágenes, cuando las recibimos, necesitamos tener presente siempre el punto de vista que las genera. La película de Rossif es un punto de partida perfecto para reflexionar sobre la memoria y su relación con la historia, entre los hechos como son y como son narrados.

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