NI ME VOY…
Allá por los años 50 o 60, el humorista Casto Sendra “Cassen”, salió al escenario (del teatro Victoria, creo), con un biscuter, que se caló en el centro de la escena. Él empezó a mirar el motor, a dar vueltas a su alrededor… Pasaron cinco, diez, quince minutos… y cuando el público ya estaba inquieto y empezaba a silbar, se encaró con ellos y les dijo: “Les voy a ser franco: ni lo arreglo ni me marcho”. Ni que decir tiene que tal referencia al dictador le supuso unos meses de inhabilitación y una buena multa.
Queda claro que una de las medidas clásicas para permitir todos los desmanes es poner al frente de la operación a un mediocre. Pero cuando hasta éste reconoce cometer errores, ¿bastará con sacarle y poner a otro? ¿Puede el país permitirse más degradación moral? ¿Qué harán con nosotros una vez nos hayan hecho retroceder hasta niveles económicos, laborales y morales de los años 50? Si no se van y no lo arreglan, ¿qué hacer con ellos? ¿Bastará con que se disculpe y marche? ¿Bastará con cambiar dos cromos de la misma colección? ¿Bastará con volver a votar en unas elecciones dominadas por la demagogia del bipartidismo y el desencanto por la ausencia de regeneración democrática? ¿Se debería resucitar la figura del exilio?
Al menos, con Franco se podía ser Franco.
Una multa no deja de ser poca cosa, más en un régimen dictatorial.
Ahora mismo sería condenado al ostracismo por tener un discurso distinto al oficial.
De todos modos, este sistema, como Franco, se está muriendo, en la cama…
Solo hay que ver que las leyes como la reforma laboral de la reforma anterior fue por consenso, con el apoyo de todos los tontos útiles necesarios.
El resto de leyes apenas si afectan a cien mil personas directamente…