NUEVA LEY ELECTORAL -y4

Advertencia inicial: nada de lo que aquí se dice, está referido a los resultados del pasao 22 de mayo. Aunque eran previsibles, éstos merecen un análisis separado, en especial después de las alianzas que forzosamente aparecerán.

Lo que aquí diré viene de lejos, y tiene mucho que ver con la famosa “desafección”, que toda la raza política lamenta mientras no hace nada por evitarla. en los tres artículos precedentes, he comentado, con mayor o menor acierto, que lo que realmente ha cansado a muchos de los posibles electores (no olvidemos que la abstención representa cerca de la mitad del censo), es el juego entre partidos, mejor dicho, entre sus aparatos, encerrados en su “ring”, sin escuchar al público, el cual, como mucho, los jalea a favor o en contra.

El martes, una crónica en el periódico ARA, decía: “CiU iniciará contactos inmediatos, jugando con comisiones, territorio y también gerencias”. O sea, que entre los “aparatos” se irán cambiando cromos. ¿Qué garantía hay de que los que ocupen las comisiones, las gerencias (y diputaciones, consejos comarcales, etc…) sean los más idóneos, los que el país y los ciudadanos necesitan? Ninguna. Como tampoco la tenía el mercadeo del PSC con sus dos anteriores socios, o el de Convergencia con la pedigüeña Unió.

El hecho de que un secretario general sea el candidato a conducir un país, y los otros líderes secundarios los candidatos a ser consejeros, diputados o directores generales, tiene un efecto nocivo, que alarga la lucha entre partidos, que utilizan todos los resortes de poder a su alcance, energía que se debería utilizar en beneficio de todos. La acción de gobierno es la continuación de la lucha partidista utilizando todos los medios, que por lo tanto no se aplican dónde realmente hacen falta. En el Parlament o en las Cortes, el control o el apoyo al gobierno se hace en función de los intereses de partido. Ni tan sólo en función de los principios que se hayan expresado en un programa electoral. Unos, poniendo bombas de relojería; otros, desprestigiando la acción de sus predecesores, pensando ya en las elecciones municipales, y después en las autonómicas, las generales, y así sin fin… El gobierno no ha de ser un útil de partido, ni estar formado sólo por los más adictos, dóciles o maquiavélicos del grupo que gana las elecciones.

En los años treinta, decían del Partido Radical de don Alejandro, que era: “un partido sin ideas ni ideales, unido por cierta lealtad al líder (Lerroux),  y sobre todo, la perspectiva del disfrute del poder,… como un medio de acceso a un sistema de prebendas” (Azaña y Cataluña. CONTRERAS, José). La cosa no ha cambiado a día de hoy. Como podemos ver, el clientelismo no ha desaparecido, e incluso nuestro sistema electoral, cerrado y rutinario, no sólo lo fomenta sino que lo convierte en una práctica política habitual y aceptada, cambiando canonjías por sumisiones. Penoso y, por encima de todo, peligroso de cara al futuro, ya que creará aún más desafección

Lamento reconocer que no poseo la solución. Pienso que no es fácil. Quizá si se empezara, como apuntaba en mi anterior artículo, por una libertad de voto de los parlamentarios, quizá y sólo quizá, nos podríamos acercar un poco a la libertad de gobierno. De otra forma, la democracia -lo que hoy llamamos democracia – se irá ahogando en sus propias cenizas, arrastrando al pueblo, porqué, como decía Lucano (Fedro, 1,30. 1): Humiles laborant, ubi potentes dissident (los humildes sufren, cuando los poderosos se pelean)

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