PAUSE
Recuerdo la fábula de la rana y el escorpión: Llegado éste a un río que no puede pasar, pide a la primera que le suba a su espalda y le ayude a alcanzar la orilla. La rana, al principio, reúsa llena de miedo. Pero el escorpión la convence diciéndole: “¡Cómo voy a hacerte daño si te necesito para pasar!, aunque sea por egoísmo, no tengo intención de clavarte mi aguijón”. Convencido ya el anfibio, sube el escorpión a su espalda y empieza a nadar. Pero a media travesía, éste le pica en la cabeza, hundiéndose ambos. Ya sólo con la boca fuera el agua, el agresor dice: “Lo siento, es mi naturaleza”, ahogándose los dos a continuación.
Cuantas iniciativas surgidas de la ciudadanía, en salud, educación, laicismo, género, luchas vecinales, etc… se ven una vez más, y en superlativo, mediatizadas por el posicionamiento de tal o cual partido político
¿A qué viene a cuento este ídem? A la vorágine actual, de urna en urna. Si el batracio en cuestión son los colectivos sociales, los partidos políticos serían, ¡cómo no!, el escorpión. Se necesitan, son imprescindibles y complementarios, cada uno en su quehacer y en su ámbito natural. Pero, ¡ah!, llegan las elecciones y el espíritu depredador del cazador de votos se exacerba, se extiende en mil tentáculos, penetrando el cerebro de los bienaventurados colectivos sociales. Es su naturaleza.
Las formaciones levantadas alrededor de una o varias reivindicaciones tienen su razón de ser en éstas: piden, exigen, cambios profundos y permanentes. Por su parte, los partidos, por la propia dinámica política, están obligados a negociar, regatear, intercambiar, en un juego que a veces puede parecer mezquino o cicatero, pero es el que es en democracia, y que por muchos años nos dure, ya que no hay que confundir la mediocridad, la chapucería, el silencio estulto de algunos protagonistas, con la propia esencia parlamentaria y su juego de porcentajes.
Que la naturaleza de los partidos les lleva a intentar colonizar a los colectivos es un hecho. Invirtiendo la metáfora, podría decirse que las formaciones políticas pertenecen a la especie de los “anuros”, de aquellos sin cola que les siga y que sólo pueden conseguir de otra especie. Ésta sería la razón por la que incluso llegan a fundar colectivos para hacer vociferar en la calle lo que no son capaces de defender desde el escaño. Sin embargo, ha sido su naturaleza arácnida la que ha causado importantes desgastes en formaciones, a priori independientes, que están dedicando más tiempo a las luchas internas, basadas en posicionamientos, personalismos e intereses partidistas, a menudo variables, que a la propia reivindicación fundacional. Una pérdida de eficacia que perjudica al conjunto de la sociedad. La situación empeora también por el hecho habitual de ser dos o más los partidos que se disputan montar a la escasa nómina de colectivos motivados durante la travesía.
Y al llegar las elecciones (el río) el proceso llega al paroxismo. Cuantas iniciativas surgidas de la ciudadanía, en salud, educación, laicismo, género, luchas vecinales, etc… se ven una vez más, y en superlativo, mediatizadas por el posicionamiento de tal o cual partido político. Ni que decir tiene que en Cataluña sufrimos esto por partida doble, al incorporarse además, interesadamente, el debate soberanista. ¡Cuántos grupos ven mermada su eficacia mientras dan vueltas y revueltas a temas que van más allá de los planteamientos que les son propios!
Sí, la naturaleza del escorpión le lleva a sacrificar a su vehículo hacia el mundo deseado. Y es una pena: los partidos necesitan siempre, no puntualmente, que haya una actividad social, una motivación de la ciudadanía, sólo alcanzable con propuestas concretas sobre problemas específicos. La vitalidad del cuerpo social es imprescindible para una democracia digna de tal nombre. Así que sacrificándoles en el altar electoral, pierden parte de su futura vitalidad. ¡Cuántos militantes sociales habrán abandonado al haber sufrido los encontronazos surgidos de opiniones sobre escaños y nombres propios de las listas electorales!, ¡qué falta harán luego para avanzar hacia un mundo más justo y solidario!
En los meses anteriores, he intentado reflexionar sobre la eficacia de los colectivos sociales. Eficacia en su cometido fundacional, esta que considero puesta en peligro por el ansia depredadora de los partidos. He pretendido analizar qué factores favorecen y cuáles dificultan su dinámica grupal, consiguiendo así (o no), alcanzar parte de sus objetivos. He lanzado una encuesta que ha contado con muy poca acogida, incluso entre colectivos que me eran afines. Seguro que debido a mi poca habilidad para hacerla y difundirla, pero también, en parte, a que la atención de los más de 500 teóricos activistas sociales y cerca de 300 colectivos a los que la dirigí, estaba más dirigida a los titulares sesgados y a las tertulias maniqueas, a las puñaladas traperas y a los abrazos hipócritas de los partidos, que a su verdadera misión. En cualquier caso, y prometiendo estudiar cómo hacerlo mejor, aprieto el “pause” de dicho empeño, al que volveré después de que los supervivientes, de haberlos, alcancen la orilla de unas Cortes y un Gobierno, que a buen seguro precisarán de toda la energía, y eficacia, de los movimientos sociales. Dejo para el otoño apretar de nuevo el “PLAY”.
No obstante, si algún lector se lo repiensa, dejo abiertas las encuestas en mi web:
Castellano: http://www.reivindica.com/proyecto-reivindica/
Català: http://www.reivindica.com/projecte-reivindica/
Feliz mes de junio.