UNA SEMANA DE VERANO
Ayer, para mantener el ritmo durante las vacaciones de agosto, hice un twit: “Sólo una idea de vacaciones para #Rajoy, #Mas et al. Pasen una sola semana con 100€. Verán qué divertido! Sólo para probar, de broma…”. A los cinco minutos lo habían retwitteado diez personas. Así que pienso ampliar la reflexión.
Hace muchos años, al inicio de mi vida laboral, fui contratado como director comercial de una empresa de transportes de cisternas de productos químicos. Yo era químico y encajaba. Una de las primeras cosas que hice fue la de subirme a una cabina de un camión de veintitantas toneladas e ir desde la refinería de Puertollano a la de Huelva. Charlando con el conductor, comiendo el mismo menú, bebiendo el mismo vino, padeciendo el mismo calor, con los riñones hechos polvo… En fin, sabiendo lo que implicaba para quien lo tenía que realizar, que yo consiguiera un contrato de transporte de un punto a otro de la geografía. Por esto, por ejemplo, prohibí llevar sin descanso (antes no estaba legislado) veinte toneladas de producto licuado a presión desde el puerto de Rotterdam a las refinerías del sur de España. Se recibían presiones para hacerlo, incluso dinero bajo mano de los contratantes; y lo tenían que hacer jugándose la vida, dopándose con carajillos para aguantar… No, al menos durante el tiempo en que yo estuve, no lo hicieron.
¿Qué pasaría si los señores Mas, Mena, Ruiz, Cleries o sus equivalentes en Madrid, los Rajoy, Guidos, Montor et al. se despertaran el lunes con cien euros por todo capital; acompañaran al niño (que en la vida real va a colegios alemanes, suizos o del Opus) a una escuela pública, con un bocadillo para el almuerzo (en Cataluña se gravará el uso de fiambreras); después volvieran a pie a casa para no gastar en transporte público; hablase con su esposa sobre que hará de cena, que sea como mínimo caliente, alargando el pollo “en tres servicios”; tranquilizase al abuelo cojeante, a quién le han dado un año largo de plazo para su operación de prótesis, y luego tuviera que decirle a la hija adolescente que no hay dinero para zapatos, que ha de llevar los que le ha dado la vecina del tercero, dos números más grandes, pero que se puede arreglar con algodón…; decir en la tienda del barrio (los súper no fian) que se espere otra semana, que esta no puede pagarle la deuda?
Sólo lo sugiero como un juego, sin malicia, una actividad distinta para intercalar entre las vacaciones de playa y las de montaña. Una semana, no años y años como tantos de sus conciudadanos. Para poder mirarles a los ojos, cosa que si hicieran ahora sería señal de prepotencia y hasta de desprecio, aunque es difícil que esto ocurra ya que viven en planetas distintos. Después podrían volver a navegar en el yate del amigo financiero; a tomar combinados con los alcaldes locales que son los que pagan y suspiran por hacerse una fotografía con hombres tan relevantes, y saliendo de misa, ir a degustar buenas comidas con amigos, asesores y escoltas. O sea, volver a la rutina diaria. Y si tienen arrestos, legislar de nuevo sobre el mínimo necesario para una vida digna.