YA ESTÁ AQUÍ
Ya está aquí. No es un hecho novedoso, pero a medida que la humanidad avanza (es un decir) parece más grave.
En París, en 1940, decían “ils sont là”, al oir las botas de la Wehrmacht marcando el paso de la oca. Pero la misma sorpresa, el mismo miedo, lo encontramos en distintas etapas de la historia. Ignoro la frase latina que pronunciaron los romanos al ver entrar los visigodos en el 410 d.C.; o los cairotas al ver entrar a los libios, en el 945 a.C. después de que el faraón Ramsés III arruinara el imperio en una agotadora guerra en Siria.
Hay diversas pautas que permiten decir, con todas las particularidades propias de la evolución, que la historia se repite. Al menos algunos de sus trazos esenciales. Fijémonos en el fin del Imperio romano de Oriente, como leemos en Juliano el apóstata de Gore Vidal, o la Historia de Roma de Indro Montanelli. Las conjuras, a menudo fruto de la codicia y el ansia de poder, se multiplicaban entre las clases dirigentes. También el lujo más extremo y desenfrenado. Ocupados como estaban en apuñalarse entre ellos y a disfrutar de las exorbitantes fortunas conseguidas no siempre éticamente, fueron dejando el control del país a los libertos, surgidos entre los esclavos más listos (¿alguien piensa en Obama?). No puedo evitar pensar en el paralelismo con la situación actual (en Estados Unidos, claro, pero también en Europa o España). Aquellos eran buenos gestores, preparados para su cometido, pero carecían del poder que daba el pedigrí y siempre estaban al albur de cualquier cambio de humor del potentado. Así que la situación se fue degradando, llevando el país a la miseria, ante el desánimo y la indignación popular. Con ello abrían la puerta a los bárbaros. Los imperios caen más debido a la putrefacción interna, que por la fuerza externa del invasor.
Resumiendo: Desenfreno que arruina el país; administración sin norte, inquietud interna, bárbaros que encuentran la puerta abierta… Y llega Trump.
Y para acabar, una reflexión: También el paso siguiente suele repetirse en la historia. Después del proceso inexorable brevemente descrito, caída Roma, vino la Edad Media, con su oscuridad, sus miedos, sus religiones represivas, su ignorancia, su hambre, su miseria energética (perdón, ¿vuelvo a confundirme…? No puedo evitar el paralelismo con la situación actual, fruto de una crisis hecha a medida). Las fortunas surgidas de la barbarie, los nuevos señores feudales, consiguieron mantenerse en el poder por la fuerza, ante un pueblo atemorizado y agotado, ignorante y sin capacidad de reacción. No fue así por casualidad, se había conseguido después de siglos en los que la combinación de: juerga, consumo, desprecio por los asuntos públicos, mala administración y falta de soluciones (al menos terrenales), habían dañado la capacidad de las personas para ser dueñas de su destino.
Os invito a seguir con los paralelismos en este 20 de enero tan triste, donde se demuestra que no basta con que el sistema se llame democrático, si no hay una concienciación y una asunción de responsabilidades por parte de cada uno de los ciudadanos y ciudadanas.
Viendo al patético histrión cogiendo las riendas del país más poderoso (por ahora) del planeta, pienso que le puedo atribuir las palabras de Horacio, en sus Sátiras (1, 1, 66): Populus me sibilat, at mihi plaudo ipse domi, simul ac nummos contemplor in arca (el pueblo me silva; pero yo me aplaudo a mi mismo, en casa, cuando veo el dinero que tengo en la caja).
¿Para cuando un nuevo Renacimiento?